Makunaimando las fronteras

Durante los viajes que realicé por las fronteras de Brasil con los demás países de América del Sur, me mantuve en contacto con indigenistas, chamanes y líderes de los pueblos guaraníes (Kaiowá y Mbya), ashaninka, matis, marubo, korubo, tikuna, yanomami, makuxi, taurepang, entre otros. He aprendido y sigo aprendiendo de estos intercambios, porque me abren las puertas a otras dimensiones de este mundo real-maravilloso y me liberan de los pensamientos dicotómicos que fueron dominantes en mi educación infanto-juvenil.

Resulta que la mayoría de estos pueblos son transfronterizos, como es el caso de las comunidades de la Gran Sabana, ubicadas en el norte de América del Sur. Se refieren al Monte Roraima (foto arriba) como la Gran Morada de Makunaimã, que forma parte de la simbología de esa inmensa región brasileña, venezolana y guyanense. El mito pertenece a la cultura del pueblo pemón, pero a mí me habían enseñado que era un héroe nacional sin ningún carácter que el escritor Mário de Andrade y mis maestras caracterizaron como la principal característica del pueblo brasileño. De esta manera, la versión “napë” (hombre blanco) terminó cumpliendo un papel irónico y hasta peyorativo en relación a las culturas indígenas, ya que también puede interpretarse como un prejuicio, similar a los términos “vira lata” y “perezoso”, utilizados por los nuevos colonizadores.

Se sabe que Makunaimã entró en la vida de Mário de Andrade a través del libro Do Roraima ao Orinoco, de Theodor Koch-Grünberg, geógrafo y etnólogo alemán que viajó por la región norte de Brasil, el sur de Venezuela y Guyana, entre 1911-1913 (las expediciones están narradas, en forma ficticia, en la película El abrazo de la serpiente, del director colombiano Ciro Guerra, 2015). Con un aire de extrañeza europea, en el prefacio del libro Grünberg dice que conoció algunos “mitos y leyendas en horas de ociosidad, junto a la fogata, durante los viajes en un balancear de las canoas, cuando pasaban por tranquilos tramos de río usando las tiendas de campaña como velas o sentados en las rocas bañadas por las ruidosas olas de las cascadas, o incluso bajo las exuberantes copas de los árboles de la selva virgen” (GRÜNBERG, 2022, p.16).

Por su parte, una maestra macuxi me informó que Makunaimã es visto como un demiurgo. “Es punitivo, pero también es el creador de animales, peces y hombres más allá de nuestras fronteras nacionales”, dijo ella. En la introducción del libro de Grünberg, se afirma que Makunaimã es también un “gran transformador” (GRÜNBERG, 2022, p. 19). Creo que este último aspecto fue el que despertó el interés de Mário de Andrade en la construcción de Macunaíma como personaje camaleónico.

Sin embargo, para los pemon las proezas de Makunaimã son historias reales, cuyos acontecimientos se narran en un “tiempo de origen”, cuando la tierra, los hombres y los animales tomaron la forma que tienen hasta hoy. Uno de ellos nos dice que la humanidad ha recibido una triste herencia: el mundo de hoy ya no tiene la misma naturaleza en la que vivíamos antes de que se cortara el gran árbol de la vida. En otras palabras, los seres de “hoy en día” se han distanciado de los hombres, han perdido la relación que tenían con la naturaleza y los mitos. Para los pemon la comprensión del tiempo es cercana al presente, pero está llena de recuerdos y conocimientos adquiridos a través de la oralidad de los antepasados. En estas narraciones, el paso del tiempo no sigue una cronología convencional, y las aventuras de Makunaimã se mueven de una aldea a otra al pie del monte Roraima, que simboliza el tronco del gran árbol que queda de una gran inundación.

Conocer los orígenes de la mitología Makunaimã es importante, ya que revela una percepción de la compleja realidad transfronteriza, cercana a una “pachamama” y a una conciencia planetaria. Las comunidades que conocen la profundidad de esta y otras culturas, como la del gaucho/o gaúcho, por ejemplo, asimilan más fácilmente el concepto de alteridad, porque el Otro es parte de su cultura y tienen experiencias y recuerdos en común. Además, estas comunidades exhiben concepciones “mágicas”, menos líquidas, y con la posibilidad de vivir y moverse libremente entre pueblos y países.

Aunque los libros escolares citen a los pueblos indígenas como importantes en la formación de las culturas nacionales, todavía hay mucho desconocimiento de sus contribuciones a los procesos de transculturación y a las poderosas relaciones interculturales que se han dado en el continente. Desde una perspectiva colonizada/colonizadora, los pueblos indígenas y los de origen africano, por ejemplo, son “los otros”, los diferentes, cuyas culturas han sido silenciadas, pero que solo reclaman sus espacios en distintos ámbitos y narrativas culturales. En las áreas metropolitanas, entonces, hay una fragmentación de las manifestaciones culturales, y el sentimiento de pertenencia a una nación unificada es casi inexistente.

Corresponde a los sudamericanos reflexionar sobre estos temas para que los significados más profundos de las fronteras culturales se revelen en sus subjetividades/objetividades. Sin embargo, para que esto suceda, será necesario superar la mirada “ajena” y entender cómo los individuos y las comunidades reconocen y son reconocidos. Esta realidad racional es también simbólica, ya que se guía por los mitos, leyendas y toponimias de las regiones (nombres de ríos, biomas y accidentes geográficos). El problema es que las culturas que tienen aversión a los extranjeros siguen siendo hegemónicas, y no reconocen todas las artes, las culturas, los idiomas y los saberes que están vivos en las regiones fronterizas.

Estas distorsiones culturales son el resultado del pensamiento nacionalista de los siglos XIX y XX, que aún está vigente en algunas regiones de América del Sur. Es una transformación de los mitos populares a través del trabajo de modelos mentales de los colonizadores que entienden la diversidad étnica, lingüística y de pertenencia sólo como una suma de comunidades, y no como la interacción entre simbologías culturales.

Mário de Andrade reconoció algunos de estos problemas en los prefacios posteriores al lanzamiento de la primera edición del libro, pero también dijo que era una “broma en seis días ininterrumpidos en la red, con cigarrillos y cigarras… sin mayor preocupación” (ANDRADE, 2022, p. 225).  Dos años después, afirmó que “el héroe es tan venezolano como nosotros (los brasileños) y no conoce la estupidez de los límites para detenerse en la ‘Tierra de los Ingleses'”, refiriéndose a la antigua Guayana Británica. El autor también dijo que no pretendía sintetizar al brasileño en Macunaíma, “a pesar de todas las referencias figurativas que podemos percibir (en el personaje)”. Aunque los prefacios son poco leídos en las escuelas, esta afirmación del autor modernista deja claro que Andrade reconocía sus contradicciones, y que mis observaciones sirven para madurar la crítica de la obra y para salir de la zanja del sentido común.

Es cierto que el Macunaíma modernista se mueve entre el pensamiento mágico amerindio y la modernidad paulista, pero está muy influenciado por las teorías regionalistas y evolucionistas de la época, que establecían una diferencia jerárquica entre “primitivo” y “civilizado”. Me alegro mucho que buena parte de la academia esté buscando estudiar y comprender este y otros mitos que forman parte del conocimiento popular, pero es cierto que a los brasileños todavía se les lleva a pensar en el héroe nacional sin ningún carácter e ignorar al Makunaimã del pueblo pemón, que se mueve entre países. Sin embargo, año tras año vemos más y más acciones, proyectos, planes y programas que se basan en la praxis educativa y liberadora transfronteriza (reflexión práctica, crítica, histórica y sensible). Es por eso que este trabajo a lo largo de las fronteras culturales sigue liberando a las personas y, dependiendo de sus miradas, les permite vivenciar y experimentar saberes ancestrales y contemporáneos, incluso aquellas culturas que tienen fuertes influencias multiétnicas traídas de otros continentes.

Nota: Este artículo es una inspiración (especie de adaptación) sobre El gaucho y Makunaima: dos mitos transfronterizos, otro artículo que escribí y publiqué en el portal Sul21, en 2017.

Makunaimando es una canción escrita por Zeca Preto y Neuber Uchoa. Es considerado un himno popular en el estado de Roraima

Foto ilustración editada: Monte Roraima Foto: Marcelo Alex / Shutterstock.com

Ricardo Almeida nació en la frontera Livramento/Rivera (Brasil/Uruguay). De 2015 a 2016, fue consultor contratado por la UNESCO, en convenio con el Ministerio de Cultura de Brasil, para la elaboración de un plan de integración cultural en las fronteras de Brasil con los países sudamericanos. En 2021, produjo el largometraje Fronteriz@s, que aborda temas relacionados con la frontera entre Brasil y Uruguay, y fue coproductor, coguionista y codirector de la serie web Misturados, sobre la diversidad cultural de Río GrandedoSul. En 2022 produjo el proyecto Red de Diálogos Interculturales, junto a un colectivo de Brasil, Uruguay y Bolivia. Actualmente es consultor contratado por la Organización de Estados Iberoamericanos, en alianza con el Ministerio de Cultura de Brasil, para la elaboración del programa Diálogos Transfronterizos – Artes, Culturas, Lenguas y Saberes.

ANDRADE, Mário de. Macunaíma. Río de Janeiro: Editora AGIR, 2008.

ALMEIDA, Ricardo. El gaucho y Makunaima: dos mitos transfronterizos. Portal Sul21, 2017. Disponible en: https://sul21.com.br/opiniao/2017/09/el-gaucho-e-makunaima-dois-mitos-transfronteiricos/

GRÜNBERG, Theodor Koch. De Roraima al Orinoco. Vol. II. Mitos y leyendas de los indios Taulepáng y Arekuña. São Paulo: Editoras UNESP y UEA, 2022.